martes, 24 de abril de 2012

Cuna de estrellas

Cuando me dije que esa estrella era tuya,
Cuando al decirlo mi brillo ocular opacaba al lunar.
Cuando automentía y desdichadamente feliz me sentía,
Cuando podía percibir tu respiración al compás de mis suspiros,
En una noche que sólo me acunaba a mí y a los edificios,
Con tanto espacio a mi alrededor y tan vacío,
Tan corto de palabras, imaginando como a estas llamabas.

Acariciando la helada almohada y sintiendo tu cabello,
Tibio, suave entre mis dedos.

Alentabas mi paz, acurrucabas mi sueño,
Encontraba en tu invisible sonrisa una lámpara,
En tu complemental cuerpo mi cobijo.

Y ya dormido,
Aún seguía soñando contigo,
Con todo lo que inexistentemente habíamos vivido.

Era capaz de sentirte mejor que cuan despierto,
Pues en ilusiones manifestaba mi  insatisfecho anhelo.

Eras el más dulce sueño, la más sublime realidad,
Tus murmullos se propagaban en mi alma ocultos,
Hacían vibrar a mi ser, lo acompañaban en esta soledad…

Alguna madrugada desperté
Interrumpiendo el acto de pensarte -sin querer-
Buscándote, sábanas toqué.

En el ventanal firme miré,
Ya no había estrellas,
El polvo se las había llevado a todas ellas.

Entre la oscuridad lo único que resplandecía, era tu ausencia.
Habían envenenado mi ciudad,
Ya no había estrellas,
No dejaron ni una de ellas.